
Por eso son muchos los que empiezan a pensar que no se pueden cambiar las estructuras, sino que es necesario abandonarlas, hasta que ellas caigan por sí mismas y se pueda volver a construir una iglesia distinta, desde el evangelio, retomando los motivos básicos del Nuevo Testamento. Éste es el tema de la Iglesia, unos siguen criticando sus estructuras; la mayoría parecen “pasar” de ellas y las “abandonan”. Evalúe Ud. mismo estimado hermano(a), en los últimos años hemos trabajado en un cambio de estructuras. El resultado ha sido prácticamente replicar los modelos hasta ahora existentes, lejos de la línea de libertad, de participación y de evangelio, en pro de una mayor centralización y absolutismo episcopal.
El tema no es la estructura, es la misma vida y realidad de la Iglesia… Corremos el riesgo de querer cambiar sus estructuras (su funcionamiento), mientras ella misma “pierde su sentido”, convirtiéndose en una estructura de poder, cada vez menos importante en el conjunto de la sociedad. Por eso, da la impresión de que están siendo ya mayoría aquellos que no quieren cambiar nuestra Iglesia, les da lo mismo.La importancia de vivir en libertad, de poder elegir libremente, de poder ser elegido, de poder participar en las instituciones como miembro activo, pero también, de entender que la hermandad tiene que ver con la igualdad de oportunidades con respecto a: la Educación, el acceso a cargos, el profesionalizar nuestra Iglesia, a la distribución correcta de los recursos que ni siquiera nos hemos ganado, sino que hemos heredado.
Manejo de la Información: Si tenemos aún, el deseo firme de volver a nuestras raíces fidedignamente democráticas, la información para tomar las decisiones importantes de nuestra Iglesia se debe compartir y socializar. La compra del automóvil episcopal es uno de tantos ejemplos, donde la información y decisiones sobre la misma están en poder de unos pocos. Un tema por todos sabidos es el manejo de las listas de Nombramientos Nacionales, donde existen nombres que van cambiando de cargo, pero llevan años en las líneas de decisión.
Carencia de Principios Eticos: La capacidad de llevar a la práctica los principios cristianos, es un paso fundamental en la vida Cristiana. Es muy importante el equilibrio entre el conocimiento teórico y la acción. Nuestras autoridades y líderes, deben preparar políticas de una manera responsable. Políticas que puedan llevarnos a los objetivos que nos hemos propuesto. La expresión pública y privada de la ética en nuestra vida de Iglesia, no solamente está sustentada por la ética de nuestras autoridades (la transparencia), sino que también engendra nuevas políticas, en cada fuente de poder o decisión de uno o más miembros. Si uno proyecta principios éticos, éstos podrán favorecer el camino de las personas que deseen comportarse de la misma manera en torno a la sociedad y de esa manera proyectar un testimonio cristiano consecuente.
En los últimos tiempos, se ha producido una profunda crisis de la conciencia y vida moral de la sociedad chilena que se refleja también en la comunidad Metodista. Esta crisis está afectando no sólo a las costumbres, sino también a los criterios y principios inspiradores de la conducta moral y, así, ha hecho vacilar la vigencia de los valores fundamentales éticos.
Nos preocupa muy hondamente este deterioro moral de nuestro pueblo. Y, en particular, nos duele que el conjunto de los creyentes participen en mayor o menor grado de este deterioro, máxime cuando la comunidad Metodista, de tanto peso antaño en nuestra sociedad, con esta desmoralización no está en condiciones de poder cumplir con sus responsabilidades en este campo y contribuir a la recuperación moral de nuestro pueblo. La Iglesia tiene en estas circunstancias una misión urgente: colaborar en la revitalización moral de nuestra sociedad. Para ello, los Metodistas debemos ser capaces de proponer la moral cristiana en todas sus exigencias.
El tema no es la estructura, es la misma vida y realidad de la Iglesia… Corremos el riesgo de querer cambiar sus estructuras (su funcionamiento), mientras ella misma “pierde su sentido”, convirtiéndose en una estructura de poder, cada vez menos importante en el conjunto de la sociedad. Por eso, da la impresión de que están siendo ya mayoría aquellos que no quieren cambiar nuestra Iglesia, les da lo mismo.La importancia de vivir en libertad, de poder elegir libremente, de poder ser elegido, de poder participar en las instituciones como miembro activo, pero también, de entender que la hermandad tiene que ver con la igualdad de oportunidades con respecto a: la Educación, el acceso a cargos, el profesionalizar nuestra Iglesia, a la distribución correcta de los recursos que ni siquiera nos hemos ganado, sino que hemos heredado.
Manejo de la Información: Si tenemos aún, el deseo firme de volver a nuestras raíces fidedignamente democráticas, la información para tomar las decisiones importantes de nuestra Iglesia se debe compartir y socializar. La compra del automóvil episcopal es uno de tantos ejemplos, donde la información y decisiones sobre la misma están en poder de unos pocos. Un tema por todos sabidos es el manejo de las listas de Nombramientos Nacionales, donde existen nombres que van cambiando de cargo, pero llevan años en las líneas de decisión.
Carencia de Principios Eticos: La capacidad de llevar a la práctica los principios cristianos, es un paso fundamental en la vida Cristiana. Es muy importante el equilibrio entre el conocimiento teórico y la acción. Nuestras autoridades y líderes, deben preparar políticas de una manera responsable. Políticas que puedan llevarnos a los objetivos que nos hemos propuesto. La expresión pública y privada de la ética en nuestra vida de Iglesia, no solamente está sustentada por la ética de nuestras autoridades (la transparencia), sino que también engendra nuevas políticas, en cada fuente de poder o decisión de uno o más miembros. Si uno proyecta principios éticos, éstos podrán favorecer el camino de las personas que deseen comportarse de la misma manera en torno a la sociedad y de esa manera proyectar un testimonio cristiano consecuente.
En los últimos tiempos, se ha producido una profunda crisis de la conciencia y vida moral de la sociedad chilena que se refleja también en la comunidad Metodista. Esta crisis está afectando no sólo a las costumbres, sino también a los criterios y principios inspiradores de la conducta moral y, así, ha hecho vacilar la vigencia de los valores fundamentales éticos.
Nos preocupa muy hondamente este deterioro moral de nuestro pueblo. Y, en particular, nos duele que el conjunto de los creyentes participen en mayor o menor grado de este deterioro, máxime cuando la comunidad Metodista, de tanto peso antaño en nuestra sociedad, con esta desmoralización no está en condiciones de poder cumplir con sus responsabilidades en este campo y contribuir a la recuperación moral de nuestro pueblo. La Iglesia tiene en estas circunstancias una misión urgente: colaborar en la revitalización moral de nuestra sociedad. Para ello, los Metodistas debemos ser capaces de proponer la moral cristiana en todas sus exigencias.