martes, 14 de octubre de 2008

Tiempo de Orar y tiempo de Marchar

Entonces Jehová dijo a Moisés: ¿Por qué clamas a mí? Di a los hijos de Israel que marchen. Y tú alza tu vara, y extiende tu mano sobre el mar, y divídelo, y entren los hijos de Israel por en medio del mar, en seco. Exodo 14:15-16.

El pueblo se encontraba en un momento difícil en el que Dios quería manifestar Su poder. Llegó el momento preciso en que se abrió el paso en el Mar Rojo, para sacarlos a salvo. Moisés y el pueblo tuvieron que dar pasos de fe para ver la manifestación de Dios. Moisés se encontraba en profunda oración y clamor; sabía y conocía que sin oración y clamor no hay inspiración, no hay poder. El sabía además que la oración es la que mueve las manos de Dios y cambia las cosas para nuestro bien. Pero de pronto recibe una orden de parte de Dios: "Di a los hijos de Israel que marchen". Es cuando Moisés comprende que hay tiempo de orar y tiempo para actuar. Si solo hubiesen orado sin dar pasos de fe y obediencia, no hubieran visto abrirse el mar, ni a sus enemigos perecer.

En nuestra inmadurez espiritual, podemos cometer dos errores: Por un lado, salir apresuradamente sin buscar la dirección de Dios en oración ferviente, solo pasarlo en oración y ayuno, sin dar pasos de obediencia y fe. La oración es la fuente de todo poder y riqueza espiritual; sin ella el cristiano perece; sin ella no veremos la gloria de Dios; pero la oración debe ir acompañada de obediencia y acción como evidencia de fe.

Este ejemplo y muchos más que podríamos mencionar, nos enseñan este principio: Hay tiempo de orar y tiempo de actuar. Si queremos tener el gozo de salvar almas, tenemos que interceder por ellas en oración y ayuno; pero hay que salir a testificarles, proveerles literatura, visitarles, etc. Si queremos ser sanados, debemos orar, pero también confesar sanidad y dar pasos de fe haciendo lo que no podíamos hacer. Si queremos empleo tenemos que orar; pero luego salir y tocar puertas y buscar el empleo. Si queremos un avivamiento en nuestra Iglesia Metodista, debemos …

Tenemos que ser muy sensibles al Espíritu Santo, para discernir el tiempo de estar quietos en oración y el tiempo de marchar. De esto depende que podamos ver la manifestación de la gloria de Dios en nuestra vida y ministerio.


Cuando Moisés tomó la vara y golpeó las aguas, y los israelitas pusieron sus pies en el fondo del mar en seco, vieron las aguas como muro a su derecha y a su izquierda. Este poderoso capítulo catorce de Exodo, termina con: "Así salvó Jehová aquel día a Israel..." v. 30-31.

Ahora el temor reverente, la adoración, y contemplación llenaban el corazón de Moisés y del pueblo; maravillados de tener un Dios tan fiel y misericordioso.

Cuando damos pasos de fe, guiados por el Señor, nos sucede algo igual. Hay momentos en los que estamos extasiados en oración y gratitud al ver manifestarse Su poder en nuestras vidas. Dios quiere glorificarse en hombres y mujeres de oración, que den pasos de obediencia y fe bajo Su dirección.

Para orar necesitamos método, orden, disciplina, pero también flexibilidad, porque el Espíritu Santo puede soplar en el momento menos pensado. La gente se estanca en la oración por falta de método. El que ora de cualquier manera llega a ser cualquier cosa.

Oración y acción son una pareja que no deberíamos divorciar, para que nuestras oraciones sirvan de algo y para que nuestras acciones conduzcan a algo. En efecto, actuar sin orar es desgastarse y orar sin actuar es engañarse.

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