jueves, 30 de octubre de 2008

31 de Octubre: Más allá de un color rojo en el calendario

¿Qué hay de ese 31 de octubre de 1517, con el 31 de octubre que vivimos hoy? ¿Cuántos estamos luchando verdaderamente por un Cristianismo genuino, capaz de reformar y transformar a nuestra sociedad? ¿Somos responsables y capaces de decir algo frente a este Mundo? ¿Qué hay de la imagen de Lutero en el contexto de hoy?

Como nunca, los evangélicos hemos estado en el primer plano de los medios de comunicación. Declarar festivo el 31 de octubre, ha sido una real celebración en todos los grupos protestantes, particularmente, en aquellos que han sido testigos de la lucha, la defensa y férrea esperanza en la fe.

De la misma manera como éste ha sido el tema central de conversación en muchos espacios, también ha sido un foco de discusión que el 31 de octubre haya sido declarado feriado. Para algunos, esto era algo más que exagerado e innecesario. Para otros, solamente una señal política con el fin de obtener más votos en pro de mantener el gobierno de turno. Y hay otros, grupo no menor, que cree firmemente que este 31 es la respuesta justa ante tanto sacrificio que muchos de los antepasados, líderes y modelos abnegados entregaron por amor al Evangelio.

Independientemente de muchas opiniones que podamos escuchar, lo importante y definitivamente relevante es por qué nos declaramos evangélicos y por qué tenemos nuestra mira sólo en lo Alto y en Cristo. Sin lugar a dudas, que el decreto del año 2005 en manos del ex Presidente Ricardo Lagos, nunca dimensionaría 10 que en tres ciclos después se iba a lograr. Ya el reconocimiento hacia la labor de las Iglesias Evangélicas, mediante la declaración del 31 de octubre como el Día de las Iglesias Evangélicas y Protestantes, era un gran logro. Y, ahora aún más, al tener este reconocimiento masivo y público de la fe evangélica, hecho tangible mediante un festivo en el país.


Pero el análisis debe darse mucho más allá. Lo importante es poder reflexionar en qué significa ser un buen cristiano y qué implica declarar que profesamos la iglesia evangélica. Más allá de tener un feriado, es poder entender responsablemente qué significa decir "soy evangélico". Estoy segura, que muchos de quienes leen estas líneas, no tienen la convicción o el conocimiento de lo que sucedió un 31 de octubre de 1517: Martín Lutero, un monje, fue capaz de desafiar el sistema imperante que promovía la Iglesia Oficial. El paso de Lutero al clavar las 95 tesis (propuestas desafiante s al modelo vigente), daría pie a lo que conocemos como Reforma Protestante. Pero, al contrario de lo que muchos piensan, Lutero no quería lograr una gran reforma. Lo que su corazón anhelaba era volver a los orígenes, a los propios cimientos del Cristianismo. Esto, porque el contexto estaba distorsionado y no calzaba con los principios que regían en la Biblia.

Entonces. ¿qué hay de ese 31 de octubre de 1517, con el 31 de octubre que vivimos hoy? ¿Cuántos estamos luchando verdaderamente por un cristianismo genuino, capaz de reformar y transformar a nuestra sociedad? ¿Somos responsables y capaces de decir algo frente a este Mundo? ¿Qué hay de la imagen de Lutero en el contexto de hoy?.
Este festivo a nivel social tiene una gran carga significativa, al entender que es el propio contexto chileno mediante sus autoridades, que nos ha traspasado la misión de seguir afectando a todo el entorno en el que estamos insertos. De nosotros depende, que las futuras generaciones, sigan valorando el rol responsable de lo que significa ser Cristiano en la Sociedad de hoy. La palabra de Dios dice que la “Creación gime por la manifestación de los hijos de Dios”. Tanto tú como yo, somos esos hijos e hijas del Creador y si nosotros no somos capaces de influir y transformar el contexto actual, el futuro no será muy próspero.

Lo que hicieron nuestros mártires y líderes cristianos, es digno de imitar. Que nosotros gocemos viendo el reconocimiento en los medios de comunicación, significó un alto precio de hombres y mujeres del ayer. Aportemos para el mañana de nuestros hijos e hijas. De nosotros depende que una futura generación de cristianos sea posible.
Si bien para muchos de los chilenos y chilenas, será un color rojo más en el calendario (que se suma ya al 1 de noviembre), quienes concebimos a Jesús como nuestro Maestro y nos declaramos evangélicos, el simbo1ismo es potente. La señal es que la lucha por el ideal genuino de la fe en Cristo, tiene su recompensa. Sigamos adelante para perpetuar este valor en nuestra sociedad.

Alejandra Riveros
Revista La Vitrina (Nº 195 Año 2008)

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martes, 14 de octubre de 2008

Tiempo de Orar y tiempo de Marchar

Entonces Jehová dijo a Moisés: ¿Por qué clamas a mí? Di a los hijos de Israel que marchen. Y tú alza tu vara, y extiende tu mano sobre el mar, y divídelo, y entren los hijos de Israel por en medio del mar, en seco. Exodo 14:15-16.

El pueblo se encontraba en un momento difícil en el que Dios quería manifestar Su poder. Llegó el momento preciso en que se abrió el paso en el Mar Rojo, para sacarlos a salvo. Moisés y el pueblo tuvieron que dar pasos de fe para ver la manifestación de Dios. Moisés se encontraba en profunda oración y clamor; sabía y conocía que sin oración y clamor no hay inspiración, no hay poder. El sabía además que la oración es la que mueve las manos de Dios y cambia las cosas para nuestro bien. Pero de pronto recibe una orden de parte de Dios: "Di a los hijos de Israel que marchen". Es cuando Moisés comprende que hay tiempo de orar y tiempo para actuar. Si solo hubiesen orado sin dar pasos de fe y obediencia, no hubieran visto abrirse el mar, ni a sus enemigos perecer.

En nuestra inmadurez espiritual, podemos cometer dos errores: Por un lado, salir apresuradamente sin buscar la dirección de Dios en oración ferviente, solo pasarlo en oración y ayuno, sin dar pasos de obediencia y fe. La oración es la fuente de todo poder y riqueza espiritual; sin ella el cristiano perece; sin ella no veremos la gloria de Dios; pero la oración debe ir acompañada de obediencia y acción como evidencia de fe.

Este ejemplo y muchos más que podríamos mencionar, nos enseñan este principio: Hay tiempo de orar y tiempo de actuar. Si queremos tener el gozo de salvar almas, tenemos que interceder por ellas en oración y ayuno; pero hay que salir a testificarles, proveerles literatura, visitarles, etc. Si queremos ser sanados, debemos orar, pero también confesar sanidad y dar pasos de fe haciendo lo que no podíamos hacer. Si queremos empleo tenemos que orar; pero luego salir y tocar puertas y buscar el empleo. Si queremos un avivamiento en nuestra Iglesia Metodista, debemos …

Tenemos que ser muy sensibles al Espíritu Santo, para discernir el tiempo de estar quietos en oración y el tiempo de marchar. De esto depende que podamos ver la manifestación de la gloria de Dios en nuestra vida y ministerio.


Cuando Moisés tomó la vara y golpeó las aguas, y los israelitas pusieron sus pies en el fondo del mar en seco, vieron las aguas como muro a su derecha y a su izquierda. Este poderoso capítulo catorce de Exodo, termina con: "Así salvó Jehová aquel día a Israel..." v. 30-31.

Ahora el temor reverente, la adoración, y contemplación llenaban el corazón de Moisés y del pueblo; maravillados de tener un Dios tan fiel y misericordioso.

Cuando damos pasos de fe, guiados por el Señor, nos sucede algo igual. Hay momentos en los que estamos extasiados en oración y gratitud al ver manifestarse Su poder en nuestras vidas. Dios quiere glorificarse en hombres y mujeres de oración, que den pasos de obediencia y fe bajo Su dirección.

Para orar necesitamos método, orden, disciplina, pero también flexibilidad, porque el Espíritu Santo puede soplar en el momento menos pensado. La gente se estanca en la oración por falta de método. El que ora de cualquier manera llega a ser cualquier cosa.

Oración y acción son una pareja que no deberíamos divorciar, para que nuestras oraciones sirvan de algo y para que nuestras acciones conduzcan a algo. En efecto, actuar sin orar es desgastarse y orar sin actuar es engañarse.

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miércoles, 1 de octubre de 2008

Oración sin Acción, ¿Sirve de algo?

La pregunta es capciosa, no hay duda, pero válida si tenemos en cuenta que vivimos en una época donde impera lo funcional y pragmático. Hoy no hay tiempo para lo incierto e intangible. El misterio de lo divino ha sido ocultado por nuestro racionalismo funcional. Estas son inquietudes honestas que surgen, sobre todo, al ver la realidad abrumadora de nuestro mundo y la situación actual de nuestra Iglesia. El hambre, la pobreza, la corrupción, la violencia y la exclusión social, entre otros males, nos desesperan y nos conducen a buscar soluciones prácticas, en las que a la oración no se le concede lugar alguno.

En nuestro ámbito eclesial habitualmente ocupamos la oración como respuesta a muchas cosas, sin embargo ¿lo estamos haciendo en la completitud que este medio de gracia conlleva?. Un grado no menor de escepticismo se percibe en muchas ocasiones entre cristianos que trabajan a favor de la transformación humana y del bienestar integral de los demás. Un escepticismo que, en algunos casos, transforma la fe en activismo y la esperanza en mesianismo humano.


La vida y las enseñanzas de Jesús nos recuerdan la centralidad de la oración. Para él, la oración era la forma de mantenerse en contacto permanente con el Padre, de someterse al escrutinio de Su voluntad y de recibir la inspiración para continuar anunciando y haciendo presente la realidad del Reino de Dios y su justicia. Jesús oraba en privado, lo hacía en público y muchas veces se unía a sus discípulos para practicar la oración comunitaria. Siempre se cuidó de no caer en los riesgos de la oración ritualista, carente de sentido y de acción, como era la de los religiosos de su tiempo. A los fariseos les recordó que sus largas oraciones no servían para nada; eran solamente una excusa más de su religiosidad carente de justicia y de misericordia para con el prójimo.


Pero, ¿sirve de algo?. No sirve de nada cuando se desliga del compromiso cotidiano con la causa del Reino de Dios y cuando se divorcia de la vida y de la Historia. No es cristiana la devoción que se separa de la ética. Emmanuel Kant, un célebre filósofo alemán, señalaba que el ser humano se dispensaba, orando, de actuar moralmente. Por eso para él, la oración era, literalmente, mera tontería.


La oración de nada sirve, seamos sinceros, cuando paraliza las acciones y justifica la falta de compromisos. De nada sirve cuando aliena la existencia y sirve como excusa a la injusticia. A eso se refería Jesús cuando dijo: “!Ay de ustedes, maestros de la ley y fariseos, hipócritas!, porque les quitan sus casas a las viudas y para disimularlo hacen largas oraciones...” (Mateo 23:14). Sus oraciones, aunque largas y elocuentes, no eran más que palabrerías mal intencionadas para ocultar el despojo. De ahí la dureza con que Jesús las condenó.


Realmente sirve de mucho, y resulta crucial, cuando va unida a la acción y cuando se integra en la totalidad de nuestra vida cristiana; cuando es súplica sincera que busca conocer la voluntad del Padre y cuando conduce al compromiso efectivo con esa voluntad revelada. Jesús oraba: “... pero que no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tú” (Mateo 26:39).


De ahí que debamos resaltar la dupla oración-acción; para que nuestras oraciones no se queden en la retórica litúrgica sino que conduzcan al cumplimiento de la voluntad de Dios en el mundo, pero también, para que nuestras acciones, por más esforzadas y nobles que sean, no se conviertan en activismo instrascendente, donde Dios quede ausente y eliminemos así la posibilidad del sentido de nuestro compromiso como cristianos. Orar y no actuar es tan errado como actuar sin orar.

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sábado, 16 de agosto de 2008

En Búsqueda de Señales …

“Samuel respondió a Jehová: ¡Habla, que tu siervo escucha!”
1 Samuel 3:10

Hemos cumplido recientemente tres meses desde que iniciáramos este Blog y el día de hoy se ha cumplido un mes desde la publicación de nuestro último artículo. El silencio de este mes, sin editar alguna nueva reflexión no ha sido casualidad, ni tampoco negligencia de nuestra parte, sino que hemos querido esperar en Oración, la Voz de Dios a través de algunas reacciones y primeras señales de cómo Dios puede hablar al pueblo llamado Metodista.

Las informaciones recibidas durante estos tres meses han sido variadas, habiendo recibido en gran número un respaldo a este trabajo, también ha habido algunos detractores a esta iniciativa, a los que respetamos e invitamos a poder ir viendo los resultados definitivos que podemos lograr en el tiempo. Deseamos transmitir, una vez más, la certeza absoluta que a través de esta iniciativa no se busca el éxito de unos, ni tampoco el fracaso de otros, así como tampoco una popularidad personal, sino la búsqueda del Servicio que Dios merece, a través de una importante organización como lo es la Iglesia Metodista.

Señales de Dios en este período
Al interior de nuestra Iglesia, se están levantando las primeras manos y voces, que asumen nuestra realidad actual y no conformándose con ella, apuntan a reaccionar, dando los primeros pasos al ansiado Avivamiento. Estas primeras señales nos invitan a volver a nuestros orígenes, reactivando las prácticas primarias de nuestra tradición Cristiana. Nos referimos particularmente, a los medios de gracia, los que representan señales exteriores que debe tener todo aquel que busque la cercanía a Dios. Entre aquellos más regularmente practicados se cuentan: La Oración, Adoración Pública, La Santa Cena, Lectura y Estudio de las Escrituras.

Probablemente, sin la creación de este blog no habría voces de defensa o desagravio frente a las realidades que se presentan en nuestra Iglesia. Consideramos que este sitio, en mayor o menor grado, ha provocado algo especial en los lectores metodistas, y por qué no pensar que Dios usa diferentes medios para comunicarnos, sin creernos de ningún modo poseedores de una única verdad. Durante este último mes hemos sido testigos de las primeras reacciones ante la decadencia que vive la Iglesia Metodista, en concreto, hemos sido testigos de Cadenas de Oración (en Iglesias Locales, a nivel Distrital y también Nacional); Encuentros Masivos y algunos Seminarios de Capacitación (destacando el Seminario Nacional de los Jóvenes).

Si bien es cierto, estas primeras señales son un paso importante, es necesario continuar y concretar las acciones, gestos y decisiones siguientes, que puedan dar respuesta a la Voz de Dios en los distintos estamentos de nuestra estructura. Estas primeras señales no deben representar sólo hechos esporádicos, ni reaccionarios, sino continuos y cada vez mejores en el tiempo. A través de las acciones concurrentes debemos dar muestras claras de querer hacer la voluntad de Dios. Anhelamos tener una relación más estrecha con nuestro Creador, pero… ¡cuánto nos cuesta entender cómo El nos habla, cuándo lo hace, y, sobre todo, qué nos dice!.

La Voz de Dios puede despertar a los “dormidos”
Las personas que pasan constantemente buscando cómo agradar a Dios en su vida diaria, tendrán menos dificultad de diferenciar la voz del Señor de aquellas “otras voces”. El punto es que Dios siempre habla y los que estén más cerca de El serán los que mejor lo escuchen. Tal vez puede ser Ud. en su Iglesia Local, a través de una nueva forma de afrontar su liderazgo. Examinemos sin intereses personales de por medio, revisemos y comprobemos que lo que escuchamos sea palabra del trono de la gracia, fresca, desafiante, que penetra nuestra alma y transforma el corazón a Su semejanza. Una razón obvia por la que no escuchamos la voz del Señor es porque estamos “dormidos” en su “templo”. Como se anunció a la iglesia de Sardis en Apocalipsis : “tienes nombre de que vives pero estás muerta”.

Estos “dormidos” deben despertar de inmediato, de lo contrario, como suele suceder, sí escucharán la voz de Dios, pero como Elías la escuchó en la cueva: “¡Sal de tu cueva y dile a Eliseo que él te sustituya a ti!”. Expresándolo en otras palabras: Dios no detiene su obra por un “dormilón”. El Reino de los cielos avanza a pesar del hombre, a pesar de su pereza, o de su falta de visión. Dios no desecha a las personas, pero sí exige servicio fiel y perseverante, y, por supuesto, que su siervo “esté despierto”, atento a El.

Tres veces acudió Samuel a Elí para averiguar por qué lo llamaba. Ni siquiera pensó en otras posibilidades. Samuel creía que el único que podía hablarle era Elí. “Solo Elí estaba con él”. Su oído estaba predispuesto a escuchar lo que él ya conocía. Nos preguntamos cuántas veces me habrá hablado el Señor y como no dijo lo que queríamos oír, repitiendo: “¡Dios no me responde!”. Esta es una de las luchas más grandes de nuestra vida. Escuchar lo que no queremos oír y obedecer a eso. Compartimos el Coro de un maravilloso himno que no siempre escuchamos todo lo que quisiéramos:

Háblame en dulces notas,
Háblame con amor
"Ya la victoria es tuya,
No tengas mas temor".
Háblame cada día,
Hable tu tierna voz,
Susurra en mis oídos;
"¡Tu no estás solo no!".

Hermano(a) Metodista: Dios está más cerca de lo que crees, y su respuesta está en tu oído, solo necesitas decir:

¡Habla que quiero servir,
habla que solo quiero oír tu voz,
habla que quiero dejar de dormir,
habla que quiero tu revelación,
habla aunque cueste hacer lo que dices!,
Solo ¡habla que tu siervo escucha!.

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jueves, 17 de julio de 2008

Excelencia en el Servicio a Dios (Segunda Parte)

¿Conocerá la suerte de la levadura que se ha endurecido y se desecha, la de la sal que ya no sala? ¿Junto con otras denominaciones, se verá abocada a ser, un vestigio de una etapa ya pasada? Debemos esforzamos por alcanzar la excelencia en todo, si no sale bien, mejor no lo hagamos. La Iglesia siempre será un reflejo de sus hijos. Y, si es mediocre, es porque sus hijos somos mediocres.

La mediocridad de los ambientes cristianos es demasiado general como para atribuirla únicamente a las deficiencias individuales o al “espíritu del mundo moderno”. Hay que preguntarse: ¿cómo es posible que la Iglesia haya podido decaer hasta este punto en su obra espiritual respecto de sus miembros siendo la organización que más cerca de ellos ha estado durante años?

Es verdad que hay que reconocer en la Iglesia, un importante grado de moralidad que ha logrado mantener en sus fieles gracias a un puritanismo que, desde hace mucho, se ha considerado el signo por excelencia de la vida cristiana cabal, pero ¿es eso verdaderamente suficiente?; lograr esa moralidad ¿es el papel principal que ha de cumplir la Iglesia en el Mundo de hoy?

La Iglesia Metodista, en lugar de encerrarse en la estricta conservación de su tradición (conservación por lo demás ilusoria), que pueda representar sólo una especie de momificación, apreciaríamos que se viera conducida a medirse con la tarea inmensa que el Mundo Moderno le plantea, para poder participar activamente en el devenir de los hombres.

A continuación se presentan algunas propuestas respecto a cómo podemos iniciar un proceso de excelencia en nuestra Iglesia:

Reconocer de nuestras debilidades: Es importante saber reconocer cuando las cosas no se están haciendo bien. Es impresionante como muchas personas creen estar haciendo las cosas bien, cuando en realidad muchos piensan lo contrario. No debemos ni sentirnos atacados, ni justificar algo que pareciera de nuestra exclusiva responsabilidad.

Capacitación a nuestros miembros
: Sin capacitación, las personas no podrán realizar bien su trabajo. Necesitamos que se nos diga cómo se hace algo, para poder hacerlo bien. Necesitamos ser enseñados. El ir a cursos de capacitación no nos alejará de Dios, el saber más no debe afectar nuestra relación con Dios, pero muchas personas creen que el ir y recibir clases o capacitaciones hará que la gente se enorgullezca y presuma de lo que sabe.

Innovación Eclesial: La monotonía es una de las armas más poderosas contra las Iglesias.

Reconocimiento del cuando es tiempo que otro haga mi trabajo: Para todo hay tiempo, pero los líderes o personas que están en puestos de mando se olvidan de este verso. Debemos saber cuándo es tiempo de que otro haga mi trabajo. Si hay alguien más capacitado, con mayor conocimiento y con la visión de la Iglesia bien cimentada, adelante. Como nos gusta lo que hacemos… deberemos estar felices de saber que hay alguien que está haciendo bien el trabajo.


Presentamos a nuestros lectores, unas líneas de una reflexión de un hermano de otra Iglesia, que vive una realidad similar a la nuestra:

“Me pone triste vivir en una Iglesia en la que el miedo, agazapado y escondido, se asoma a la palestra con burdas justificaciones de su castrante presencia.
Me resisto a creer en una Iglesia en la que, por miedo, hay veces que se miente y se calla la verdad. Que se haga en otras instancias, es triste, pero no hiere tanto.
Hay mucho miedo cómplice que entorpece la labor profética al interior de la propia Iglesia:
miedo a disentir, incluso en cosas pequeñas; miedo a los “delatores” y “censores”, que los hay y en abundante cosecha últimamente.
Miedo al ataque con argumentos sin fundamento, que son los que usan los necios.
Miedo a que no te den tu paga, que te quiten las que ya tienes o que te manden al ostracismo borrando tu nombre de la mesa de invitados, esa mesa en la que se cuece el futuro de las personas.

¡Pobres gentes!
Al miedo lo llaman ahora prudencia y mesura.
Cuando anida en el interior de los cristianos produce efectos pésimos.
El miedo petrifica las ideas y tiene profundo olor a naftalina.
He visto a gentes llorar amargamente porque el miedo a mostrar como son y a decir lo que piensan los tiene estupefactos y temen perder lo que tanto sudor les costó.
“El miedo es natural en el prudente, y el vencerlo es lo valiente”, decía Alonso de Ercilla.
¡No tengáis miedo!, gritó Juan Pablo II, ni en medio del mundo, pero tampoco en la Iglesia, un recinto para ensayar la valentía.
Cuando hay miedo es que faltan muchas cosas en la vida eclesial: confianza,
empatía, cordialidad, frescura, amistad, verdad, perdón, corrección fraterna.
El miedo no es exclusivo ni del clérigo ni del seglar. Es libre y universal”.

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viernes, 11 de julio de 2008

Excelencia en el Servicio a Dios (Primera Parte)

Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres.
Colosenses 3:23.


En virtud de algunas inquietudes que nos han llegado al correo hmetodista@gmail.com y de algunas reflexiones del Boletín Vida y Misión Nacional, hemos escrito este artículo, mencionando en primer lugar algunos aspectos ya expuestos en artículos anteriores, respecto a la iniciativa de este sitio:
1. Tenemos la convicción absoluta de que la Iglesia es del Señor, independiente de cuan eficientes o negligentes hayamos sido hasta ahora. La Iglesia es del Señor y nosotros los obreros llamados a trabajar en su obra.
2. Los participantes de esta iniciativa somos miembros activos de nuestra Iglesia. El ver con tristeza el estado actual de muchas congregaciones, nos hace trabajar con más ahínco, tanto en el ámbito local como en otros estamentos de la IMECH. Esta iniciativa nace sólo después de haber intentado de variadas maneras (en el ámbito reglamentario), aportar en mejoras en cuanto a nuestra situación actual. Sería mucho más cómodo haber quedado sólo hasta el ámbito formal, sin embargo consideramos más honesto agotar los caminos para ayudar a reorientar el rumbo de la Iglesia Metodista, aún cuando entendemos que hay algunos de nuestros hermanos que no puedan compartir esta iniciativa y particularmente el anonimato de la misma.
3. Este sitio no representa la visión sólo de laicos, sino que también es compartida y alimentada por pastores de nuestra Iglesia. La Iglesia como un todo debe ser capaz de superar la crisis actual, no teniendo temor de ver nuestras debilidades e intentar superarlas.
4. Como miembros Metodistas, tenemos una rica herencia histórica, habiendo sido precedidos por siervos realmente entregados a la causa del Señor, sin embargo, algunas de las generaciones más contemporáneas, como particularmente la actual Administración de la IMECH, creemos que han desviado el rumbo, lo que nos da algunas muestras de una clara falta de excelencia en el Servicio a Dios.

Respecto a este último punto, es necesario considerar como esta falta de excelencia, está afectando a algunas Iglesias Cristianas, y en especial a la nuestra. Muchas veces creemos que como las cosas son para Dios “que salga como sea”. Lo peor es que muchos líderes saben que las cosas no están saliendo bien y aun así dejan que continúe. Esta cultura no puede ser erradicada si tenemos líderes que permiten esas actitudes. Por ejemplo, ya es parte de nuestra idiosincracia la idea de: “como así se ha hecho siempre…” o “nadie me ha dicho como hacerlo…”.


Al reflexionar en torno a esto, se nos viene a la mente casi de manera inmediata, el concepto de mediocridad, una palabra tal vez fuerte para algunos y eliminada de nuestros vocabularios eclesiales para otros. El Diccionario de la Real Academia Española, la define como “De calidad media. De poco mérito, tirando a malo”.


¿Cree usted que Jesucristo en su afán de leer las escrituras, o de prepararse para su ministerio, o de orar, no daba importancia a su trabajo de carpintero, o lo subestimaba, y por tanto sus mesas eran cojas, sus muebles llenos de astillas y en general que su carpintería era mediocre? ¿Cree usted que Jesucristo nos enseñó a ser cristianos de palabras, a "predicar" de boca para afuera un evangelio memorizado pero poco vivido, a considerar que mientras asistamos a la iglesia, prediquemos, oremos y leamos nuestra Biblia, no importa si somos estudiantes mediocres, si seguimos siendo incumplidos, deshonestos, irresponsables e ineficientes para dar una vida digna a nuestra familia y sociedad?

¿De dónde salió ese evangelio unidimensional, totalmente preocupado con el “más allá”, con una vida en extremo piadosa y de contemplación, que degenera fácilmente en pasividad, mediocridad, y sin autoría, con una complicidad con las peores injusticias, las peores matanzas, y la pobreza más extrema? Es muy necesario que se evangelice, que se predique y se proclame con palabras el evangelio de nuestro Señor Jesucristo, pero si esto no está acompañado de un verdadero cambio en nuestra vida, de una transformación radical de nuestras acciones, de nuestros pensamientos y objetivos, de la búsqueda del carácter cristiano en nuestras vidas, entonces seremos sólo oidores, pero no hacedores de la palabra. Esta decadencia espiritual ¿no será debido a que la doctrina y el culto, que la Autoridad ha mantenido rigurosamente en nuestra época, están más marcados por preocupaciones administrativas, estructurales, legales y jurídicas que por la preocupación de favorecer entre los fieles la actividad personal al nivel de la fe, la fidelidad y de sanar a los enfermos de nuestra sociedad?

La Autoridad, completamente absorbida por la acción de gobernar que centraliza y uniformiza, conoce la tentación —y a veces sucumbe en ella— de confundir la permanencia y la estabilidad con la inmovilidad. Por eso, en lugar de favorecer su propia actividad creadora, que le sería necesaria para cumplir su misión, apunta principalmente a conservar preservando, a mantener defendiendo, a no cambiar e incluso endurecer sus maneras de ser y de comportarse frente al mundo moderno. La Iglesia, por lo menos en su aspecto visible y social, está perdiendo continuamente fieles que se van sintiendo extraños en ella y en sus congregaciones. Si la Iglesia, para ser fiel al espíritu de Aquel del que ha heredado, no llama a la actividad espiritual y no la favorece —única actividad que puede dar el sentido necesario descenderá ineludiblemente por las vías de la desaparición que en algunas congregaciones a veces se presiente. Por tanto, escandalizarse de una visión real de nuestra Iglesia, además de un gran fariseísmo, indica una gran falta de amor, porque no se intenta mejorar de verdad aquello que se ama.

Consagrémonos a una vida cristiana total e integral y que nuestra santificación no sólo resulte en un mejoramiento individual o del grupo social más próximo, sino también en el surgimiento de una Iglesia y un mundo mejor que merezca ser llamado “herencia” para nuestros hijos.

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martes, 24 de junio de 2008

¿Democracia Metodista? (Segunda Parte)

Libertad de Opinión (Continuación): Cuanto más conscientes somos los miembros del Cuerpo de Cristo de la gran responsabilidad que supone ser partícipes de las decisiones más importantes de la Iglesia, más cerca estaremos de comprender la necesidad de santidad individual. La participación comprometida de todos los creyentes hace que la comunión y el sometimiento mutuo de los que nos habla la Escritura sean así firmes y coherentes. Por tanto, resulta fundamental la asunción de un temor de Dios que nos lleve continuamente a la dependencia de Él, a velar para que todos vivamos en comunión madura con Dios y con los demás; fundados en una relación horizontal y vertical sin rendijas.
Por eso son muchos los que empiezan a pensar que no se pueden cambiar las estructuras, sino que es necesario abandonarlas, hasta que ellas caigan por sí mismas y se pueda volver a construir una iglesia distinta, desde el evangelio, retomando los motivos básicos del Nuevo Testamento. Éste es el tema de la Iglesia, unos siguen criticando sus estructuras; la mayoría parecen “pasar” de ellas y las “abandonan”. Evalúe Ud. mismo estimado hermano(a), en los últimos años hemos trabajado en un cambio de estructuras. El resultado ha sido prácticamente replicar los modelos hasta ahora existentes, lejos de la línea de libertad, de participación y de evangelio, en pro de una mayor centralización y absolutismo episcopal.

El tema no es la estructura, es la misma vida y realidad de la Iglesia… Corremos el riesgo de querer cambiar sus estructuras (su funcionamiento), mientras ella misma “pierde su sentido”, convirtiéndose en una estructura de poder, cada vez menos importante en el conjunto de la sociedad. Por eso, da la impresión de que están siendo ya mayoría aquellos que no quieren cambiar nuestra Iglesia, les da lo mismo.
La importancia de vivir en libertad, de poder elegir libremente, de poder ser elegido, de poder participar en las instituciones como miembro activo, pero también, de entender que la hermandad tiene que ver con la igualdad de oportunidades con respecto a: la Educación, el acceso a cargos, el profesionalizar nuestra Iglesia, a la distribución correcta de los recursos que ni siquiera nos hemos ganado, sino que hemos heredado.

Manejo de la Información: Si tenemos aún, el deseo firme de volver a nuestras raíces fidedignamente democráticas, la información para tomar las decisiones importantes de nuestra Iglesia se debe compartir y socializar. La compra del automóvil episcopal es uno de tantos ejemplos, donde la información y decisiones sobre la misma están en poder de unos pocos. Un tema por todos sabidos es el manejo de las listas de Nombramientos Nacionales, donde existen nombres que van cambiando de cargo, pero llevan años en las líneas de decisión.

Carencia de Principios Eticos: La capacidad de llevar a la práctica los principios cristianos, es un paso fundamental en la vida Cristiana. Es muy importante el equilibrio entre el conocimiento teórico y la acción. Nuestras autoridades y líderes, deben preparar políticas de una manera responsable. Políticas que puedan llevarnos a los objetivos que nos hemos propuesto. La expresión pública y privada de la ética en nuestra vida de Iglesia, no solamente está sustentada por la ética de nuestras autoridades (la transparencia), sino que también engendra nuevas políticas, en cada fuente de poder o decisión de uno o más miembros. Si uno proyecta principios éticos, éstos podrán favorecer el camino de las personas que deseen comportarse de la misma manera en torno a la sociedad y de esa manera proyectar un testimonio cristiano consecuente.
En los últimos tiempos, se ha producido una profunda crisis de la conciencia y vida moral de la sociedad chilena que se refleja también en la comunidad Metodista. Esta crisis está afectando no sólo a las costumbres, sino también a los criterios y principios inspiradores de la conducta moral y, así, ha hecho vacilar la vigencia de los valores fundamentales éticos.

Nos preocupa muy hondamente este deterioro moral de nuestro pueblo. Y, en particular, nos duele que el conjunto de los creyentes participen en mayor o menor grado de este deterioro, máxime cuando la comunidad Metodista, de tanto peso antaño en nuestra sociedad, con esta desmoralización no está en condiciones de poder cumplir con sus responsabilidades en este campo y contribuir a la recuperación moral de nuestro pueblo. La Iglesia tiene en estas circunstancias una misión urgente: colaborar en la revitalización moral de nuestra sociedad. Para ello, los Metodistas debemos ser capaces de proponer la moral cristiana en todas sus exigencias.

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